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La Castañada

Los recuerdos son como cajas de sorpresa que se encuentran agazapadas en lo más profundo de tu ser. Con tan solo un clic puedes accionarla. El año pasado, en el artículo de Todos los Santos hablábamos del origen de la festividad y como esta había evolucionado a  lo largo de la historia (clica aquí para leerlo). Ahora hare clip y abriré mi cajita de los recuerdos de la Castañada.

Mi recuerdo de las castañas forma parte de aquellos que nunca se han borrado. De pequeña mi madre, cuando llegaba la época de las castañas, recuerdo que las asaba, las pelaba y troceándolas muy pequeñas me las ponía en un plato sopero con leche. A mí me encantaban. Muchos años después, cuando empecé a trabajar con las plantas me di cuenta de la importancia que tenían: perfectas para el hígado: se aconseja comer 15 castañas bien masticadas asadas y hervidas. Para problemas estomacales también actúan sobe nuestro organismo de una forma natural. Son un gran alimento, y en Galicia y Asturias se acostumbraba a dar a los niños castañas con leche para alejar los “meigallos”.A.T

Y en Galicia nació mi madre. La Era de casa era un pequeño bosque de castaños y robles. Los cerdos, las ovejas, las vacas, las gallinas…. Todos los animales se dejaban sueltos por la era para mantener la hierba en perfecto estado. Ahora, con un espacio ya reducido por una nueva carretera y la ampliación de otra a quedado más pequeño. Los castaños son viejos y se están dejando crecer nuevos robles y castaños. Sus frutos, actualmente, son apenas comestibles y tenemos una cierta preocupación de esa extraña enfermedad que afecta a los antiguos castaños. En Galicia se celebra el “magosoto” una festividad en la cual la familia se une para asar y comer castañas. No tiene por qué coincidir con el 31 de octubre. Cualquier día era bueno y en casa de mis abuelos las castañas se comían a diario, mientras era la época. Con el tiempo comprendí que las castañas simbolizaban el amor entre los mundos, con su forma de corazón y que nos aporta protección llevar una en el bolso todo el año.

Posteriormente observe como en algunas casas, el 31 de octubre, se ponían pequeñas lamparillas de aceite encendidas ante las fotos de los difuntos de la familia. Y también se pasan unas grandes cajas con una imagen sagrada en su interior que permanecía una semana en cada casa de diferentes vecinos. Pero tal vez, lo que realmente me impacto, fue leer el “monte de las animas” de Gustavo Adolfo Bécquer. En la pre-adolescencia me enganche a su libro de rimas y leyendas. Y fue allí donde descubrí que en esa noche se abría el velo que separa el mundo de los vivos y de los muertos.

Mi fascinación por lo oculto se remonta muchos años atrás, cuando de niña buscaba, bajo el “xabaril” de piedra y el “crucerio” que se encontraba en la parte de la era que daba acceso a un cruce de caminos. Escavaba para encontrar algo que se hallaba oculto bajo estos elementos. Algo que sabía que iba mucho mas allá del aquí y el ahora.

En la adolescencia empecé a considerar esa noche como una noche especial. A los 16 años ya acudía a unas reuniones de espiritistas en la Vila de Gràcia, más conocido como  barrio de Gracia de Barcelona. Realizaba psicofonías con los amigos y pronto empezamos a celebrar la festividad un grupo de gente de Gracia. Realizábamos el moscatel con granadas (muy sencillo, se trata de poner los frutos de la granada en moscatel tres días antes, dejar macerar y colar el vino para su consumo) y lo bebíamos acompañado de los golosos “panellets”. Antiguamente se realizaban con almendras, miel y piñones, todos ellos productos incorruptos que simbolizan la eternidad del alma. Eran celebraciones divertidas, representaciones del tenorio e historias de fantasmas errantes a través de la noche, Como el Compte Arnau y la chica de la curva. Y otros muchos que nos contaban o que habíamos vivido

Con los años supe que existían casas donde se pone un cubierto a la hora de la cena en el lugar que solía ocupar el ser amado que había partido hacia el otro mundo. Una muestra más que en la memoria colectiva seguía existiendo el conocimiento que en sea noche los muertos podían volver a su hogar por unas horas.

Vivir esa noche como algo especial, como una fiesta en la cual nos podemos reunir con los seres amados que ya han partido, compartir con ellos la festividad y alégranos de que una vez al año les es permitido volver con nosotros para celebrar la vida y la muerte. Y entender que la muerte es el inicio de una nueva vida y de un nuevo ciclo de nuestra alma.

Os deseo, desde lo más profundo de mi corazón, una buena castañada. Y que disfrutéis de esa noche como una Noche de reencuentro y alegrías.

Con amor

elvira Freire

Elvira Freire es profesora de la Escola Mariló Casals

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2 comentarios el “La Castañada

  1. Magistral e intimo, gracias Elvira

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